martes, abril 30, 2013

La Nueva Creación - Parte 2


Volviendo a la creación Dios creó un hombre a su imagen y semejanza, Dios creó un ser espiritual con un alma y un cuerpo físico.

Génesis 2:15-17
15  Tomó,  pues,  Jehová Dios al hombre,  y lo puso en el huerto de Edén,  para que lo labrara y lo guardase.
16  Y mandó Jehová Dios al hombre,  diciendo:  De todo árbol del huerto podrás comer;
17  mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;  porque el día que de él comieres,  ciertamente morirás. 

Dios puso al hombre dentro del huerto con un trabajo y una responsabilidad. Además le dio el libre albedrío, es decir, la responsabilidad y capacidad de decidir su propio destino.

Algunos piensan que el hombre está subordinado a la soberanía de Dios, sujeto a Sus caprichos y sin tener oportunidad de decidir su destino, pero vemos que desde el mismo principio Dios le dio al hombre la opción de elegir.

En Génesis 4:6-7 podemos ver nuevamente como Dios le habló a Caín acerca de la capacidad que tenía de decidir su camino: “Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.”

Dios había acabado de rechazar su ofrenda y aceptado la de Caín, y la amargura había entrado a su corazón, por eso Dios le dijo que el tenía la capacidad de hacer el bien y el mal.

Antes de asesinar a Abel, Caín tuvo la oportunidad de decidir si lo hacía o no, no era una decisión que Dios tomase por él. Caín fue señor de su destino.

Dios le dio también la oportunidad de decidir al pueblo de Israel:

Deuteronomio 30:15-19
15  Mira,  yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien,  la muerte y el mal;
16  porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios,  que andes en sus caminos,  y guardes sus mandamientos,  sus estatutos y sus decretos,  para que vivas y seas multiplicado,  y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella.
17  Mas si tu corazón se apartare y no oyeres,  y te dejares extraviar,  y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres,
18  yo os protesto hoy que de cierto pereceréis;  no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais,  pasando el Jordán,  para entrar en posesión de ella.
19  A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros,  que os he puesto delante la vida y la muerte,  la bendición y la maldición;  escoge,  pues,  la vida,  para que vivas tú y tu descendencia.

Israel tenía la oportunidad de decidir entre la vida y la muerte, no era Dios el que debía decidir por ellos, la responsabilidad era de cada uno de ellos.

Lo cierto es que el hombre no quiere tomar su responsabilidad, buscan excusas en frases como: “Era la voluntad de Dios”; “Dios en Su soberanía lo quiso así”; y otras similares, pero la verdad es que cada persona tiene el derecho de decidir su libre albedrío y decidir su destino.

En Juan 8:11 Jesús le dijo a la mujer adúltera: “Vete y no peques más”; es decir, de ahora en adelante depende de ti, la decisión es tuya, tu puedes seguir pecando o dejar de hacerlo.

Fue lo mismo que le dijo en Juan 5:14 al hombre que fue sanado en el estanque de Betesda: “Mira,  has sido sanado;  no peques más,  para que no te venga alguna cosa peor.”

Lo que hagamos ya no depende de Dios sino de nosotros mismos.

En Hechos 17:30-31 Pablo dijo esto en su prédica en Atenas: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.”

Es interesante lo que dice aquí de que Dios manda a todos los hombres que se arrepientan. Pero vemos que no todos los hombres le han obedecido. Por medio de Cristo Dios proveyó la salvación a todos los hombres pero ahora depende de los hombres tomar la decisión de aceptarla o rechazarla.

Apocalipsis 3:20 es un versículo que hemos mal usado mucho a la hora de predicarle el evangelio a otros. En realidad se está refiriendo a los miembros de la iglesia de Laodicea, pero el principio es el mismo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”

Había personas que iban a oír la voz de Jesús y no le iba a abrir la puerta.

Cuántas veces hemos escuchado de gente que cuando un cobrador toca la puerta de su casa le dicen a sus hijos: “Dile que no estoy.”

Ellos están ejerciendo su libre albedrío para no recibir a la persona en su casa. ¡Eso es libre albedrío!

El hombre tiene la capacidad de elegir su destino.

Pero en Génesis 3 vemos que el hombre, utilizando este libre albedrío, decidió pecar y morir espiritualmente.

Génesis 3:1-6
1  Pero la serpiente  era astuta,  más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho;  la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
2  Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;
3  pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él,  ni le tocaréis,  para que no muráis.
4  Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
5  sino que sabe Dios que el día que comáis de él,  serán abiertos vuestros ojos,  y seréis como Dios,  sabiendo el bien y el mal.
6  Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

Podemos ver aquí que la mujer fue engañada, pero Adán no lo fue, Adán decidió su propio destino y fue por eso que él murió espiritualmente.

Por eso es que en Romanos 5:2 dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” 

Es decir, la muerte pasó a todos los hombres, el hombre fue separado de Dios.

De ahí la necesidad de Dios proveer un medio para que los hombres puedan volver a acercarse a Dios.