domingo, noviembre 19, 2006

Sanidad Divina 4

La Sanidad y los Pactos


Hemos visto en Malaquías 3:6 y Santiago 1:17 que Dios no cambia. Es decir, si Dios hizo algo en el pasado, también lo hará hoy.


Por eso, la forma como Dios trató a la gente en el Antiguo Pacto, es la que lo hace en el Nuevo.


En Éxodo 15:26 dice: “Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, he hicieres lo que es recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna de las enfermedades que envié a los egipcios te enviare a ti; porque yo soy Jehová tu sanador."


Dios le estaba diciendo al pueblo de Israel que mientras ellos caminasen a la luz de su pacto, no habría ninguna enfermedad entre ellos.


Una traducción literal del hebreo en este pasaje es: “No permitiré ninguna de las enfermedades que permití en los egipcios.” Dios no envió las enfermedades sobre los egipcios, Él permitió que las enfermedades llegasen a ellos pues no estaban bajo su protección. Satanás fue quien los enfermó.


Dios declara aquí que Él es el Sanador. La palabra hebrea que se usa es Jehová – Rapha, que significa: “Yo soy Jehová tu medico, soy el Dios que te sana.” Dicho de otro modo, nuestro medico es el Dr. Jehová.


En Éxodo 23:25-26 dice: “Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y el bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti. No habrá mujer que aborte, ni estéril en tus tierras; y yo completaré el número de tus días.”


El vuelve a reafirmarse como nuestro medico, y luego dice que el completará el número de nuestros días.


La pregunta es: Si Dios proveyó sanidad, ¿de que moriremos?


No tenemos que morir enfermos, en Génesis 25:8 dice: “Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años. . . .” En Génesis 35:29 dice: “Y exhaló Isaac el espíritu, y murió, y fue recogido con su pueblo, viejo y lleno de días. . . .” En Génesis 49:33 dice: “Y cuando acabó Jacob de dar mandamientos a sus hijos, encogió los pies en la cama y expiró. . . .”


Abraham, Isaac y Jacob murieron sin enfermedad ni dolor, y llenos de días, solamente entregaron su espíritu.


Esa es la forma que Dios quiere que partamos al Cielo, sin enfermedad ni dolor, completando el número de nuestros días, habiendo cumplido el plan que Dios tiene para nosotros.


Cuando el Hermano Kenneth Hagin se fue al Cielo, el sencillamente terminó su desayuno, sonrió a su esposa y se fue, sin enfermedad ni dolor, simplemente entregó su espíritu.


Un hecho que debemos notar, es que mientras Israel caminó en pacto con Dios, no hay registro de ninguna enfermedad. Tampoco hay registro de ningún bebé, o de algún joven que haya muerto prematuramente mientras caminaron en el pacto.


No hubieron muertes prematuras, porque todas las personas crecieron hasta su edad completa, y luego descansaron de sus obras.


En Deuteronomio 7:12-15 dice: “Y por haber oído estos decretos, y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres. Y te amará y bendecirá y te multiplicará, y bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu grano, tu mosto, tu aceite, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres que te daría. Bendito serás mas que todos los pueblos; no habrá en ti varón ni hembra estéril, ni en tus ganados. Y quitará Jehová de ti toda enfermedad; y todas las malas plagas de Egipto que tu conoces, no las pondrá sobre ti, antes las pondrá sobre todos lo que te aborrecieren.”


En este pasaje vemos como Dios ama, bendice y multiplica a Su pueblo. Además Dios bendice el fruto de su vientre, de su tierra y el incremento de su ganado. Esto significa que Dios los iba a prosperar materialmente. Ellos iban a ser bendecidos en todo lo que emprendiesen.


Dios no solo bendijo a Israel sino que no permitió enfermedad en ellos mientras caminaron en Su pacto. Recuerde que el verso 15 dice: “Y quitará Jehová de ti toda enfermedad.”


A lo largo del libro de Salmos también se menciona continuamente la sanidad.


En el Salmo 103:3-5 dice: “El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.”


Es evidente que la enfermedad vino por causa de la desobediencia de la ley pues: “El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias.” De ahí podemos concluir que el perdón por su desobediencia significaba la sanidad de sus cuerpos.


Posteriormente, Jesús puso esto en evidencia en Marcos 2:1-12: “Entró Jesús en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla este así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa. Entonces el se levantó enseguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.”


En este pasaje, Jesús coloca a la sanidad y al perdón de pecados en la misma mano. El perdón de pecados en el paralítico, representaba la sanidad en su cuerpo.


En el Salmo 105:37 dice: “Los sacó con plata y oro; y no hubo en sus tribus enfermo.”

Cuando Dios sacó a su pueblo de Egipto, la Biblia dice que no había ningún enfermo. Todo el pueblo que salió de Egipto, estaba sano.


Es interesante ver, que en ese momento, cuando todo el pueblo de Dios estaba saliendo de Egipto, y aun no habían tenido tiempo de quebrantar el pacto, todo el pueblo de Israel estaba sano.


En el Salmo 107:17-20 vemos que la enfermedad vino a ellos debido a su rebeldía contra la Palabra de Dios y su rechazo a su consejo.


“Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión y a causa de sus maldades; su alma abominó todo alimento, y llegaron hasta las puertas de la muerte. Pero clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra y los sanó, y los libró de su ruina.”


La rebelión contra el pacto que tenían con Dios provocó la enfermedad en ellos, a tal grado que estaban a punto de morir. Al clamar ellos a Dios, al dejar su rebelión y volver al pacto, Dios envió Su Palabra y los sanó.


¿Por qué sucedió esto?


Debido a que ellos se salieron, por decisión propia, de la protección del pacto que Dios tenía con ellos.


El pacto que Dios hizo con ellos era como un paraguas. Si en un día lluvioso estamos debajo de un paraguas, no nos mojaremos; pero si en plena lluvia nos salimos del paraguas, terminaremos empapados.


Es como salir cuando llueve sin paraguas, vamos a mojarnos.


Así sucedió con Israel; cuando ellos se salieron del pacto por decisión propia, no pudieron ser protegidos del ataque del diablo, y se enfermaron. Pero, cuando ellos clamaron a Dios, y volvieron a su pacto, Dios envió Su Palabra y los sanó.


Dios siempre nos sana a través de Su Palabra.


Todos estos versos tratan acerca de Israel; pero, eso no significa que Dios no haya provisto sanidad para nosotros en el Nuevo Pacto.


Si hacemos un estudio de Israel en la Biblia, veremos que ellos no eran hijos de Dios, eran siervos de Dios.


En Levíticos 25:55 dice: “Porque mis siervos son los hijos de Israel; son siervos míos, a los cuales saque de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.” Y en Isaías 41:8 dice: “Pero tu, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo.”


Dios llama al pueblo de Israel: “mis siervos.”


La traducción literal para siervo es esclavo.


Sin embargo en Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hilos de Dios.”


Dios llama a los creyentes: “hijos.”


Si Dios quiere que sus esclavos estén sanos, ¿cuánto mas lo querrá para sus hijos?


Ciertamente, ¡Dios quiere que sus hijos estén sanos!


En Hebreos 8:6 dice: “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejore promesas.”


Nosotros estamos en un mejor pacto que el pueblo de Israel; un pacto que está establecido sobre mejores promesas.


¿Qué significa que algo sea mejor que otro?


Por ejemplo, ¿qué es mejor, un billete de 10 dólares ó un billete de cien dólares?


Ciertamente un billete de 100 dólares. ¿Por qué? Porque un billete de 100 dólares contiene al billete de 10 dólares; es decir, 100 dólares pueden comprar todo lo que 10 dólares y mucho más.

Igualmente ocurre con el Antiguo y el Nuevo Pacto. El Nuevo pacto incluye al Antiguo. Es decir el Nuevo Pacto posee todas las cosas que tiene el Antiguo Pacto y mucho más.


Si Dios proveyó sanidad para sus esclavos en el Antiguo Pacto; también la ha provisto para sus hijos en el Nuevo Pacto.


Volviendo al Salmo 107:20, dice que: “Envió su palabra y los sanó, y los libró de su ruina.”


En Juan 1:1-3,14 vemos cual es “su palabra”: “En el principio era el Verbo (Logos), y el Verbo (Logos) era con Dios, y el Verbo (Logos) era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. Y aquel Verbo (Logos) fue hecho carne, y habito entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”


La palabra Verbo es Logos, que significa palabra.


Jesús es la palabra que Dios envió para sanar nuestras enfermedades y dolencias. Como vimos anteriormente, Jesús mismo tomó nuestras enfermedades y dolencias.


No es la voluntad de Dios que ningún creyente pase enfermedades en esta tierra, sino que completen el número de sus días.


En Santiago 5:14 se pregunta a la iglesia: “¿Está alguno enfermo entre vosotros?” De esta pregunta vemos que no era común que hubiese enfermos entre los creyentes.


Esto es porque deberían conocer Mateo 8:17 donde dice: “Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.” Y 1 Pedro 2:24 donde dice: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis curados.”


Deberían conocer estos versos y caminar en salud divina.


En Santiago 5:14-15 Vemos lo que debería hacer la persona enferma: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubieren cometido pecados, le serán perdonados.”


Es decir, si se debe llamar a los ancianos de la iglesia es que Dios ha provisto sanidad para la iglesia.


En una iglesia había un grupo de hermanas ancianas que se reunían todos los martes en el templo para orar. Un día en que solo estaban ellas en la iglesia; una señora llamó para decir que fuese alguien a orar por su esposo que estaba muriéndose.


Inmediatamente llamaron al pastor para decirle lo que pasaba, pero no había nadie contestó. Entonces una de ellas se levantó y dijo: “En Santiago 5:14 dice que si alguno esta enfermo que llame a los ancianos de la iglesia; así que, nosotras debemos ir pues somos las ancianas de la iglesia.” Las demás señoras convinieron con ella y decidieron ir a la casa de la señora que llamó.

Cuando llegaron, una de ellas le pidió aceite a la dueña de casa, y ella les trajo una botella de aceite de un litro que aun no había sido usada. Fueron donde el enfermo, le leyeron Santiago 5:14-15, lo rociaron completamente con el litro de aceite, e hicieron la oración de fe. ¿Saben que pasó? El enfermo se levantó inmediatamente de la cama completamente sanado.


En el Nuevo Pacto hay sanidad para la iglesia.


Somos hijos de Dios y El proveyó sanidad para nosotros.